En Garanta lo tenemos claro: un contrato mal redactado puede ser el principio de un problema, no su solución. Por eso, asesoramos a empresas de todos los tamaños en la elaboración y revisión de contratos mercantiles, adaptándolos a cada caso y evitando los errores más comunes.
Tabla de contenidos
- 1 Entendiendo bien qué es un contrato mercantil
- 2 ¿Y por qué es tan importante redactarlos con cuidado?
- 3 Tipos de contratos mercantiles más habituales
- 4 ¿Qué debe incluir un contrato mercantil para ser sólido?
- 5 Revisión: el paso que nadie quiere hacer, pero todos deberían
- 6 ¿Y qué papel juega aquí una asesoría especializada?
- 7 Un consejo final que puede ahorrarte muchos quebraderos de cabeza
Entendiendo bien qué es un contrato mercantil
Aunque parezca evidente, conviene empezar por la base. Un contrato mercantil es, en esencia, un acuerdo entre dos o más partes para regular una relación económica, y que se realiza en el marco del comercio. Está regulado por el Código de Comercio español, aunque muchas veces se completa con normas del Código Civil, especialmente en lo que respecta a la validez general de los contratos (consentimiento, objeto y causa, por ejemplo).
Este tipo de contratos no están pensados para relaciones personales, sino para actividades empresariales o profesionales. Por eso se aplican reglas más flexibles, que permiten a las partes fijar con libertad muchas de las condiciones, siempre dentro del respeto a la ley y a los principios generales del derecho.
¿Y por qué es tan importante redactarlos con cuidado?
Porque lo que no se deja por escrito, luego se discute. Y discutir, en el mundo empresarial, implica casi siempre una pérdida de tiempo, dinero y confianza.
Un contrato mercantil bien hecho no es solo un papel firmado, sino un documento que recoge con claridad qué hace cada parte, qué espera a cambio y qué ocurre si algo falla. Protege frente a impagos, incumplimientos, retrasos, cambios en las condiciones… y, sobre todo, ayuda a evitar conflictos judiciales. En definitiva, es una herramienta de prevención.
Además, si alguna vez tienes que defender tus derechos ante un tribunal o un árbitro, el contrato será tu principal respaldo. Por eso es tan importante que esté bien hecho desde el principio, con todas las garantías legales.
Tipos de contratos mercantiles más habituales
Cada empresa es un mundo, pero hay ciertos contratos que aparecen de forma recurrente en la mayoría de sectores. Algunos de los más frecuentes son:
- Contrato de compraventa mercantil
- Contrato de suministro
- Contrato de agencia
- Contrato de franquicia
- Contrato de distribución
- Contrato de arrendamiento de servicios
- Contrato de transporte
- Contrato de comisión
- Contrato de colaboración empresarial (joint venture)
Cada uno tiene sus particularidades. Por ejemplo, el contrato de agencia está regulado por una ley específica, y no puede establecer ciertas cláusulas que perjudiquen los derechos del agente. El de franquicia, en cambio, se basa en la cesión del uso de una marca y un modelo de negocio, y requiere cláusulas de confidencialidad muy bien redactadas.
No es lo mismo vender, que representar, que prestar un servicio. Y muchas veces estas figuras se confunden o se mezclan mal. Por eso no vale con copiar un modelo de internet o usar una plantilla genérica.
¿Qué debe incluir un contrato mercantil para ser sólido?
Aquí es donde suele haber más errores. Muchas empresas firman contratos sin tener claras ni las obligaciones que asumen, ni los derechos que realmente están garantizando.
Lo primero, por supuesto, es la identificación completa de las partes. No solo el nombre comercial: razón social, CIF, domicilio, y, si firma un representante, acreditar que tiene poder para hacerlo.
Después viene el objeto del contrato, que debe estar descrito con claridad. Nada de vaguedades ni frases ambiguas: se debe explicar qué se contrata, en qué condiciones, con qué plazos, a qué precio. Cuanto más específico, menos dudas habrá después.
El precio y la forma de pago también suelen ser fuente de conflictos si no se detallan bien. ¿Se paga al contado? ¿En varios plazos? ¿Incluye impuestos? ¿Qué ocurre si hay retraso en el pago? ¿Se devenga interés? Todo esto conviene dejarlo cerrado desde el principio.
Lo mismo ocurre con el plazo de duración del contrato, las condiciones para su renovación o cancelación, y las consecuencias del incumplimiento. ¿Se penaliza si alguien no cumple? ¿Se permite resolver el contrato de forma anticipada? ¿Hay derecho a indemnización?
Otro aspecto clave es la jurisdicción: dónde se resolverán los conflictos si los hay. En muchas ocasiones, elegir una sede concreta (como Alicante, por ejemplo) puede ahorrar muchos problemas futuros.
Por último, no hay que olvidar la confidencialidad, la propiedad intelectual si se manejan creaciones propias, y la protección de datos, en cumplimiento del RGPD y la LOPDGDD. No todos los contratos requieren estas cláusulas, pero si se trabaja con información sensible o con clientes finales, son indispensables.
Revisión: el paso que nadie quiere hacer, pero todos deberían
Una de las cosas que más nos piden en Garanta es revisar contratos “ya redactados”. A veces vienen de otras empresas, a veces los ha redactado un abogado, otras veces son plantillas adaptadas. El problema es que, sin una revisión seria, se pueden estar firmando compromisos muy desfavorables.
Una revisión profesional no consiste en leer por encima. Implica analizar la coherencia legal, detectar posibles abusos, asegurar que no haya contradicciones, verificar que se cumpla la normativa vigente y que el contrato sea equilibrado.
Por ejemplo, es muy común encontrar cláusulas que asignan todas las cargas a una sola parte, que dejan sin regular qué pasa en caso de impago, o que directamente no podrían sostenerse en un juicio. También se ven a menudo contratos que están escritos con fórmulas legales innecesariamente complejas, lo que en lugar de proteger, confunde.
En resumen, revisar antes de firmar es la mejor inversión preventiva que puede hacer una empresa. Mucho mejor eso que tener que ir después a juicio a interpretar lo que nadie dejó claro por escrito.
¿Y qué papel juega aquí una asesoría especializada?
Una asesoría que conozca bien el entorno mercantil, como es el caso de Garanta, no solo revisa la parte jurídica. También entiende cómo funciona tu empresa, en qué contexto estás firmando ese contrato y qué riesgos reales debes cubrir.
Nos llegan muchas consultas de empresas de Elda, de Alicante y alrededores, que han firmado acuerdos con proveedores, distribuidores o socios sin contar con una revisión previa. Lo más común es que luego, al surgir problemas, no tengan herramientas para defenderse. Un contrato bien asesorado desde el principio habría marcado la diferencia.
Contar con una asesoría de empresas en Alicante que se involucre de verdad puede ayudarte a detectar puntos críticos antes de que sean un problema. No se trata de buscar el contrato “perfecto”, sino el contrato adecuado para ti.
Un consejo final que puede ahorrarte muchos quebraderos de cabeza
Hay una frase que repetimos mucho en el despacho, y no es solo un eslogan: “No firmes lo que no entiendes, y no asumas lo que no está por escrito.” Porque muchas veces las relaciones empresariales empiezan con buena fe, pero cuando surgen malentendidos, lo único que queda es lo que se pactó.
Y no, los contratos no tienen que ser largos, ni llenos de palabras técnicas, ni redactados con fórmulas arcaicas. Tienen que ser claros, coherentes y ajustados a lo que realmente se ha negociado. Ahí está la clave.
En Garanta te ayudamos a redactarlos y revisarlos como toca, entendiendo tus necesidades, y sin convertirlo en una montaña de burocracia. Porque creemos que el derecho mercantil está para servir a las empresas, no para asustarlas.